La importancia de una temperatura adecuada para el vino.
Es el apartado más importante de su servicio, ya que condicionará mucho las sensaciones que vamos a percibir. Con la temperatura idónea nos será mucho más sencillo encontrar los matices tanto aromáticos como gustativos propios del vino a la vez que vamos a disfrutar del realmente del vino. Para ello, es imprescindible tener en cuenta ciertas características dentro de los diferentes tipos de vino, éstas nos van a dar información privilegiada facilitándonos la no tan sencilla labor de acertar con la temperatura:
– El tanino: Se encuentra los vinos en mayor o menor proporción según los tipos. Es el tinto el que mayor concentración alberga, seguido de los rosados y por último de los blancos. El tanino da al vino un sabor astringente que aumenta a menor temperatura, por lo que un vino tinto tánico no debe servirse frío. Por el contrario, los rosados y los blancos permiten una menor temperatura.
– La acidez: Se acentúa a mayor temperatura. Si el vino está a una temperatura más baja, la acidez colabora con el fruto del vino, volviéndolo más agradable y refrescante, por el contrario si la temperatura es más elevada de lo aconsejable el vino la acidez se percibirá bastante más marcada, pudiendo resultar poco agradable y enmascarando matices propios del vino. También será mucho menos refrescante.Si quieres saber más acerca de la acidez del vino consulta nuestro artículo: Correcciones en los Vinos.
– El alcohol: La percepción de alcohol en el vino aumenta a mayor temperatura. Además, el acetaldehído o etanal que da un olor característico, se volatiliza a 21 ºC, oscureciendo otros matices aromáticos más nobles, es por esta razón que se desaconseja sobrepasar los 18-19 ºC de temperatura.
– El azúcar: A mayor temperatura, si el vino tiene una gran concentración de azúcar, resultará más empalagoso. Por otro lado, a bajas temperaturas, el azúcar suaviza otros aspectos del vino como astringencias y amargores.
– Los aromas: Pierden fuerza y expresividad por debajo de unos 4-5 ºC, por lo que éste sería el límite inferior de consumo; en principio, a menor temperatura los aromas serán menos
perceptibles, a veces, nos ha pasado que nos sirven un vino en la mesa con la temperatura más baja de lo normal y nos gusta, pero a medida que el vino va ganando grados nos va gustando menos, esto se explica porque los matices que encontramos a mayor temperatura se encontraban concentrados al principio y por tanto ocultos a nuestras percepciones.
– Carbónico: Los espumosos contienen el carbónico de la fermentación convenientemente disuelto en el vino. Si en vez de frío (unos 4-6 ºC) se sirven a 16-17 ºC, perderán rápidamente el gas disuelto, además es bastante probable que el descorche resulte muy violento con el resultado de poner todo perdido de vino.
El vino deberá llegar a la mesa cerca de su temperatura de consumo, casi siempre que ésta es inadecuada es por exceso y no por defecto, es bastante menos grave que el vino esté demasiado frío, pues es más sencillo que al servirlo suba entre 2 y 3 grados, por el contrario, podemos tardar unos 20 minutos en enfriar un vino unos 6 grados.
A continuación os dejamos una tabla en la que hemos incorporado los diferentes tipos de vinos junto con las temperaturas recomendadas para su servicio:
Dicho esto, queremos hacer una pequeña reflexión: conocemos a mucha gente que se bebe un tinto crianza frío, que se toman un blanco joven al borde de la congelación o un Pedro Ximénez mas bien caliente, pues bien, decir que las pautas que hemos puesto anteriormente, son las que se aconsejan para un mayor disfrute de todos los tipos de vino pero ello no quiere decir que a todo el mundo le guste tomarlo llevándolas a rajatabla, ya sabemos que gustos hay muchos, pero eso sí, cuando vamos a servir vino a los demás es recomendable 100% seguir las pautas anteriores al pie de la letra, o al dedillo como se dice en nuestra tierra.